
Olive Kitterridge
Elizabeth Strout
Olive (Frances McDormand) y Henry (Richard Jenkins) encarnan a un matrimonio anciano en una ciudad costera norteamericana de Nueva Inglaterra.
Elizabeth Strout (Portland, Maine, 1956). nació en y creció en pequeños pueblos de Maine y New Hampshire. Desde muy joven se sintió atraída por escribir cosas, llevando cuadernos en los que registraba los detalles cotidianos de sus días. También se sentía atraída por los libros y pasaba horas de su juventud en la biblioteca local hojeando las estanterías de novelas. Durante los meses de verano de su infancia jugaba al aire libre, ya fuera con su hermano o sola, y allí fue donde desarrolló su profundo y perdurable amor por el mundo físico: las rocas cubiertas de algas a lo largo de la costa de Maine y los bosques de New Hampshire con sus flores silvestres ocultas.
Durante su adolescencia, Strout siguió escribiendo con avidez, pues desde muy joven se había considerado escritora. Leía biografías de escritores y ya estudiaba, por su cuenta, la forma en que los escritores estadounidenses, en particular, contaban sus historias. Leía y memorizaba poesía; a los dieciséis años ya enviaba relatos a revistas.
Strout asistió al Bates College, donde se graduó en inglés en 1977. Dos años más tarde, fue a la Facultad de Derecho de la Universidad de Syracuse, donde recibió el título de abogada junto con un Certificado en Gerontología. La primera novela de Strout, Amy and Isabelle recibió una gran aclamación crítica, se convirtió en un éxito de ventas nacional. Años más tarde, Strout escribió y publicó Olive Kitteridge (2008), con éxito crítico y comercial, recaudando casi 25 millones de dolares con más de un millón de copias vendidas. La novela ganó el Premio Pulitzer de Ficción 2009.
Imagen de fondo: Crosby es uno de esos pequeños pueblos costeros norteamericanos, con hermosas vistas costeras y encantadoras tiendas. (Ver)
No opinamos sobre lo que leemos
No opinamos sobre los libros que leemos. Porque cada lector crea un libro diferente, lo modula, en ese proceso casi mágico de convertir un montón de palabras en una experiencia personal íntima y profunda, imaginando los escenarios y los personajes, compartiendo sus vivencias y metiéndonos en su piel. Somos testigos mudos.
Sólo en las reuniones de grupo comentamos si nos ha gustado poco o mucho el libro, porque nuestra opinión, publicada, podría llevar a alguien a no leerlo. Y eso sí que sería imperdonable. Mejor léanlo.