
Casa de muñecas
Henrik Ibsen
Las obras de Ibsen están entre las más representadas de la literatura universal. Casa de muñecas fue la primera obra dramática de Ibsen que causó sensación.
Henrik Johan Ibsen   (Skien, 1828-Cristianía, 1906), dramaturgo y poeta considerado el más importante de Noruega y uno de los autores que más han influido en la dramaturgia moderna, padre del drama realista moderno, antecedente del teatro simbólico y cuyas obras, al cuestionar el modelo de familia y de sociedad dominantes, fueron consideradas escandalosas por una sociedad dominada por los valores victorianos.
A Ibsen siempre se le ha atribuido un carácter introvertido y solitario. Terminó la secundaria y abandonó los estudios de medicina para vivir de la literatura, comenzando a escribir sus primeros poemas y obras dramáticas a los 18 años. Hasta el 26 de septiembre de 1851 no se publica su primera obra. Desde 1852 hasta 1862, Ibsen consigue trabajo como director de Teatro (Bergen, Cristianía), pero sin mucho éxito, lo que provoca que sufra meses de penuria económica que consigue atravesar con una beca de estudios de la Universidad.
En 1891, a los 63 años de edad, regresa definitivamente a Noruega siendo un dramaturgo con reconocimiento internacional y con sus obras representadas en diversos países de Europa y en 1895 fija su residencia en Cristianía. Sigue escribiendo, pero en 1900 sufre un primer ataque de apoplejía al que le sucederán otros y que irán minando su salud hasta dejarlo postrado en cama totalmente paralítico hasta su muerte a los 78 años de edad. Sus obras no han perdido vigencia y es uno de los autores no contemporáneos más representados.
Imagen de fondo: Casa de muñecas está entre las obras más representadas: Casa de la Cultura ‘Pedro Serna’ de Las Torres de Cotillas. (Ver)
No opinamos sobre lo que leemos
No opinamos sobre los libros que leemos. Porque cada lector crea un libro diferente, lo modula, en ese proceso casi mágico de convertir un montón de palabras en una experiencia personal íntima y profunda, imaginando los escenarios y los personajes, compartiendo sus vivencias y metiéndonos en su piel. Somos testigos mudos.
Ni siquiera decimos (salvo en las reuniones de grupo) si nos ha gustado poco o mucho el libro, porque nuestra opinión publicada podría llevar a alguien a no leerlo. Y eso sí que sería imperdonable. Mejor léanlo.
“Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres. [...] Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino”. Notas para la tragedia actual. 1880. Ibsen
El hecho de que Nora dejara a su esposo e hijos fue completamente inaudito en 1879, y la obra provocó mucho debate en los periódicos. Cuando la obra iba a ser puesta en escena en Alemania, a Ibsen le dijeron que el teatro haría un nuevo final. Por lo tanto, escribió a regañadientes un nuevo final en el que Nora no se fue, sino que se quedaba con la familia.
Casa de muñecas marcó un nuevo punto culminante en el drama realista resultante de la intriga fascinante de Ibsen y sus vívidos personajes y diálogos.
Curiosamente, este atrevimiento causó problemas en un principio para la representación de la obra, por el murmullo que generaban los comentarios de los espectadores y, sobre todo de las espectadoras, al oído de sus acompañantes. Según escribió el escritor danés Valdemar Vedel para el 70 cumpleaños de Ibsen en 1898: “nunca se había vivido una historia en un hogar con tanto poder de ilusión. La obra salía tan alegremente de los labios de los actores, y a los acompañantes se les hablaba tanto al oído, que a partir de ese momento se hizo casi imposible tanto recitar como escuchar las palabras amermeladas y la prosa escrita de los textos románticos".
Afortunadamente, con el tiempo la obra ha sido representada a un público más preparado para el “escandaloso” contenido de la obra y hay por tanto menos murmullos.
Entre las objeciones planteadas contra la obra, que Ibsen siempre insistió en que no era feminista, ha sido que el personaje de Helmer está demasiado caricaturizado en su negatividad, aunque sin duda también ama a Nora. Las melodramáticas fantasías de muerte de Nora también están de alguna manera más allá del marco realista. También es difícil para las actrices mostrar el desarrollo de Nora desde el primer acto, donde es la “alondra” de Helmer hasta que en el último acto se convierte en un icono feminista elocuente e intransigente. Sin embargo, el historiador literario Francis Bull cree que Ibsen ha sido lo suficientemente claro aquí:
"Cuanto más de cerca se lee la obra, más claro se ve que Ibsen ha puesto mucho énfasis en mantener la coherencia del personaje: ha sugerido a través de múltiples palabras y pequeños trazos que Nora está haciendo de pájaro de barro, porque a su padre y a su marido les hubiera gustado verla así, pero que en realidad hay fuerzas dentro de ella para algo diferente y más, y que la cáscara de infantilismo que rodea la crisálida está a punto de estallar. Sus dudas sobre las palabras y la fuerza de carácter de Helmer germinan en los primeros actos, aunque no las aclare del todo; y por otro lado, incluso después de la crisis conserva una especie de infantilismo: la moral instintiva poco exigente de una naturaleza primitiva, y una santa creencia ingenua de que los requisitos ideales deben y pueden mantenerse sin rechazo."