La lectura infinita
El despertar de la señorita Prim
Natalia Sanmartín Fenollera
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Atraída por un sugestivo anuncio en un periódico, la señorita Prim, una mujer independiente, exquisita e «intensamente titulada», llega a San Ireneo de Arnois, un encantador pueblecito galo donde nada resulta ser lo que parece. Pese a que en un principio el sorprendente estilo de vida que impera en el lugar despierta el asombro, la perplejidad e incluso el desdén de la recién llegada, poco a poco sus peculiares y nada convencionales habitantes pondrán a prueba su visión del mundo, sus ideas y temores más íntimos y sus más profundas convicciones. El libro nos sumerge en un inolvidable viaje en busca del paraíso perdido, de la fuerza de la razón y la belleza y de la profundidad que se esconde tras las cosas pequeñas.

Natalia Sanmartín Fenollera  (La Estrada, Pontevedra, 1970) es una periodista y escritora española que, aunque de pequeña quería ser bibliotecaria por su afición a la lectura, se licenció en Derecho en la Universidad de La Coruña y realizó un máster en Periodismo. Que es la profesión en la que se desarrolla actualmente. Se especializó en periodismo económico tras realizar un Programa Integral de Desarrollo Directivo (PIDD) de la Escuela Superior de Ingenieros Comerciales (ESIC).

En 2013 publicó “El despertar de la Señorita Prim”, en la que su heroína es una mujer con varios grados académicos, como ella. La novela fue un auténtico best-seller, se ha traducido a once lenguas y vendido en más de 75 países (muchos de ellos antes de su publicación en España).

Sanmartín afirma que el libro surgió de la necesidad de escribir una historia que hable del valor de las cosas sencillas que se han perdido en el camino hacía el progreso y la modernidad. Precisamente sea ese carácter sencillo la explicación de que a pesar del éxito de su ópera prima, no se prodigue demasiado en la producción literaria.

En 2020, salió su segunda novela “Un cuento de Navidad para Le Barroux”. Curiosamente, fueron las monjas benedictinas de la abadía de Notre-Dame de l'Annonciation du Barroux (Francia), las que le pidieron a la autora que escribiera un cuento para leer en el refectorio, durante la Navidad.

"Se busca maestra para impartir el trivium a unos niños". ¿Trivium, Quadrivium?

En una página de anuncios por palabras de La Gaceta de San Ireneo, al final de la tercera columna hay un texto rodeado por un círculo rojo:

“Se busca maestra heterodoxa para escuela muy poco ortodoxa. Capaz de impartir el trivium –gramática griega y latina, retórica y dialéctica– a niños con edades de entre seis y once años. Mejor sin experiencia laboral. Abstenerse tituladas superiores y posgraduadas.”

Por aquí empieza la historia Prudencia Prim, conocida en adelante simplemente como “la señorita Prim”, una mujer independiente, exquisita e «intensamente titulada», como le gusta resaltar, que se atreve con la tarea nada fácil de enseñar el “trivium” (o trivio) a unos niños.

¿El trivium? ¿Pero qué es el trivium o trivio (si lo prefieren en castellano?

Según Mariano Carderera (Diccionario de educación y métodos de enseñanza), el trivio es el comienzo de las artes liberales, con las que adquiriesen los aprendizajes generales, aprender a pensar, desarrollar un criterio propio y prepararse para el autoaprendizaje.

Durante la edad media se dividían las ciencias en dos partes designadas con los nombres de trivium, y quadrivium. El trivium comprendía la gramática, la retórica (y la poesía) y la dialéctica. El quadrivium, abrazaba la aritmética, la geometría, la astronomía y la música. Las dos clases formaban las sietes artes liberales (septem artes liberales) y tenían bastante relación con lo que después de las guerras púnicas formaba la base de la educación de los romanos.

Las artes liberales servían de introducción al estudio de la teología que era su objeto y al cual estaban subordinadas. Algunos autores y especialmente AIcuino, dividían los estudios a la manera de los estoicos en ética que correspondía al trivium, y física, al quadrivium, encaminado también uno y otro a la teología. Hacíanse también otras divisiones, pero la mas general es la que hemos indicado, y para recordarla se habían compuesto los dísticos bárbaros siguientes:

Gram. loquitur; Dia. vera docet; Rhet. verba colorat.
Mus. canil; Ar. numeral; Geo. ponderat; Ast. colit aura.

Entendíase por gramática la de lengua latina porque la lengua griega no se estudiaba sino en muy pocas escuelas, en algunas de Inglaterra y Alemania, y la lengua materna en ninguna parte. Se daban a conocer las letras, las sílabas y las diferentes partes del discurso; se hablaba a los discípulos de los acentos, de los pies, de la prosa, del metro, de la analogía, de la etimología, de la ortografía, de barbarismos, de solecismos y tropos, pero sin dar reglas para evitar las faltas indicadas, ni para formar el estilo. La mayor parte de los autores de aquella época prueban hasta la evidencia que no habían comprendido las reglas más sencillas de la gramática.

La retórica consistía en la definición de los diferentes géneros de elocuencia, en la indicación de las principales partes del discurso y de las principales figuras, pero sin añadir las reglas necesarias para formar al orador. La dialéctica estaba reducida a las definiciones de las ideas generales, sobre todo de las categorías, de las divisiones y de las explicaciones, a que se agregaba la enumeración de las formas y figuras de argumentación. Pero si se exceptúan algunas reglas sobre el modo de emplear los silogismos, este arte contribuyó bien poco a despertar y guiar la reflexión y a fijar la atención del futuro orador en el desarrollo de su espíritu y en las necesidades de sus oyentes.

La aritmética servia mas bien a las artes mágicas que para dar reglas sólidas de cálculo. La geometría explicaba las líneas, las figuras, los sólidos, pero los jóvenes no aprendían los teoremas sentados ya por Euclides. A esto se agregaba un resumen de la geografía tal como se la figuraban.

La música estaba reducida a nociones sobre el canto llano.

En astronomía se hablaba de los círculos y los polos del globo celeste, del movimiento y de la magnitud supuesta de los astros, de la diferencia de los tiempos, de las medidas, de los instrumentos; pero sin tratar de la práctica.

Como las ciencias sólo se consideraban bajo el punto de vista de su utilidad para el estudio de la teología, de suerte que las que no conducían a este fin se desechaban como superfluas cuando no como nocivas, por eso era tan limitada la enseñanza.

Según Hraban Mauro, que era uno de los doctores mas célebres de la época de Carlomagno, la gramática es importante principalmente porque hace conocer los tropos y las expresiones figuradas de las Sagradas Escrituras; la prosodia por los diferentes metros de los salmos; la dialéctica porque enseña a conocer el bien y el mal, lo verdadero, lo verosímil y lo falso, al Criador y la criatura, y da los medios de combatir a los herejes; la geometría, por su utilidad para comprender la estructura del arca de Noé, del templo de Salomón; y en fin, la música, porque facilita el canto en la iglesia, y la astronomía porque enseña a computar las festividades movibles del año.

Pero estas siete artes liberales no se enseñaban por completo en todas las escuelas. En las pobres (minores) no se enseñaba más que lo estrictamente necesario para formar un eclesiástico o un monje, la lectura, la escritura, el canto, el cálculo y la gramática. En otras más ricas (majores) y por lo mismo más completas, además de las artes se enseñaba la interpretación de algunos pasajes de las Sagradas Escrituras, que es lo que se llamaba la Sagrada página (sacra página); en alguna se agregaba a la gramática el estudio de los clásicos. Pero todo esto dependía del jefe de la escuela.

Entre los que primero han escrito de las siete artes liberales, merecen citarse con preferencia Cápela y Casiodoro que han ejercido grande influjo en la enseñanza. Más tarde escribieron también tratados generales sobre el mismo asunto S. Isidoro obispo de Sevilla, Hraban Mauro y Alcuino, y después se escribieron tratados especiales sobre los ramos de estudios comprendidos en el trivium y quadrivium.

Grammática. Quid quid agunt artes, ego semper prœdico partes.



Dialéctica. Me sine doctores frustra coluere sorores.



Rethórica. Est mihi docendi ratio cum flore loquendi.



Arithmética. Explico per numerum quid sit proportio rerum.



Geometría. Rerum mensuras et rerum signo figuras.



Música. Invenere locum per me modulamina vocum.



Astronomía. Astra viasque poli vindico mihi soli.