La lectura infinita
El grito de la gaviota
Emmanuelle Laborit
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El grito de la gaviota es el testimonio de una joven que, a los veintidós años, ha conocido ya la soledad absoluta, la duda y la desesperación, pero también la dicha, la solidaridad y la gloria. La infancia, la adolescencia y la primera juventud de Emmanuelle Laborit son la historia de una lucha por subsistir en un mundo «diferente» y por el reconocimiento de los derechos de los tres millones de sordos franceses, hasta conseguir que, en 1991, se enseñara por fin en los centros de educación para sordos el lenguaje de signos. Con este triunfo colectivo y el personal, pero no menos emblemático, de su éxito como actriz teatral, El grito de la gaviota cierra significativamente un itinerario personal tan breve como intenso.

Emmanuelle Laborit  (París, 18 de octubre de 1971). Es profundamente sorda de nacimiento y no descubrió el lenguaje de señas hasta los 7 años. Mientras tanto, se comunicaba casi únicamente con su madre mediante un código personal. Durante los primeros años de su vida, hablaba sólo a través de sus gritos, estridentes y fuertes, por lo que sus padres la apodaron "la Gaviota".

Ingresó en una institución especializada donde los signos estaban prohibidos (hasta 1976 no se aprobó en Francia su uso en las escuelas) y los alumnos debían aprender a oralizar, leer lo labios y pronunciar las palabras en voz alta, pruebas durísimas que marcaron el inicio de su lucha contra la exclusión.

Gracias a la continua insistencia de su padre, médico, Laborit puede acceder a un primer curso de lenguaje de signos para hijos y padres en Vicennes, organizado por Alfredo Corrado, un norteamericano que montó el primer teatro para sordos (International Visual Teatre). Será el principio de un nuevo mundo para Emmanuelle.

Obtuvo su bachillerato no sin dificultades y se le ofreció un papel en una obra de teatro, Voyage au bout du métro y en 1993, recibió el Molière de revelación teatral por Les Enfants du Silence y el Premio de la Verdad de la ciudad de Le Cannet 1994 por su autobiografía. En 2003, reemplazó a Alfredo Corrado como directora del IVT, instalado desde enero de 2007 en París. Se convirtió en embajadora de la lengua de signos en Francia (LSF) y es miembro del comité de patrocinio de la Coordinación francesa para la Década de la Cultura de Paz y No Violencia..

Cuatro siglos de lengua de signos

Una persona sorda, aunque viva en un medio de personas oyentes, aislada del contacto con otros sordos, desarrolla un sistema de comunicación basado en signos manuales espontáneos, lo que indica que todos, sordos y oyentes, nacemos con unos principios lingüísticos básicos, abstractos, que luego utilizamos deduciendo la lengua de nuestra comunidad.

La lengua de signos va surgiendo de manera natural cuando una persona sorda entra en contacto con otros u otros sordos. Puede decirse que la lengua de signos existe desde que dos o más personas sordas tuvieron ocasión de comunicarse.

La lengua de signos es, posiblemente, la forma de comunicación más antigua en la Historia de la Humanidad y sus comienzos están en la prehistoria. El hecho de que los primates puedan aprender a expresarse por medio de la lengua de signos, es interesante porque podría avalar que la lengua de signos fue el primer vehículo de expresión de nuestros ancestros hasta que sus órganos fonadores estuvieran preparados para emitir sonidos articulados e inteligibles.

Una persona tiene la capacidad de comunicarse pero solo puede hacerlo con otra u otras personas. Por ello, las lenguas nacen cuando dos personas se comunican porque tienen la capacidad de hacerlo.

Cuando hablamos de la historia de una lengua debemos hacer referencia a la evolución de la propia lengua, cómo cambia con el paso del tiempo. Existen dos formas de analizar la historia de una lengua: interna y externa. Interna es aquella que se centra en la evolución lingüística y estructural de la lengua.

Externa es aquella que recoge los diferentes puntos de vista de escritores, autores, filósofos, emperadores etc. de cómo se ve y cómo se entiende la lengua a lo largo de su historia. Desde la visión externa de la lengua, encontramos información de su uso ya desde la época de la Roma y Grecia clásicas. Por ejemplo:

Heródoto (484-424 a. C.) dice que los sordomudos eran considerados seres castigados por los dioses por los pecados de sus antepasados. Es decir, enfermos, pues tal es el concepto que se tenía de la enfermedad. Hipócrates (460-356 a. C.) afirma que la mudez constituye una enfermedad incurable, que ataca los órganos de la fonación, impide discurrir al que la padece, y le imposibilita para emitir voces. No relacionaba la audición con el habla, aunque establecía una estrecha relación entre pensamiento y lenguaje oral.

Aristóteles (384-322 a. C.) observa cierta relación entre la sordera y la mudez, y dice en su historia de los animales que “los que por nacimiento son mudos, también son sordos: ellos pueden dar voces, más no pueden hablar palabra alguna”. Afirma también que como los sordomudos no pueden articular palabras, tampoco las comprenden, y por tanto no pueden ser educados.

Lucrecio (s. I a. C.) afirma que no existe la sordera absoluta, y que a los sordomudos puede enseñárseles hablándoles de determinada manera.

San Agustín (354-430) también niega a los sordos la posibilidad de ser educados cuando afirma que “aquel que no tiene oído no puede oír, y el que no puede oír jamás podrá entender, y la falta de oído desde el nacimiento impide la entrada de la fe”.

El Código Justiniano (527-565) recoge todo lo que se había sentenciado sobre los sordos y los mudos, y establece una clasificación en varias categorías: los “sordos que no hablan” ; los “sordos que no hablan pero saben escribir”, los “sordos que hablan” y los “mudos que oyen”. El primer grupo estaba privado de derechos, mientras que los tres últimos tenían plenos derechos.

A finales del siglo XII, el Papa Inocencio III permite el matrimonio entre sordos y también entre sordos y oyentes diciendo: “el que no puede hablar, en signos puede manifestar”, porque observó que las personas sordas eran capaces de dar su consentimiento con la cabeza.

San Alberto Magno (1200 – 1280) religioso, teólogo, filósofo y Doctor de la Iglesia alemana; introdujo la ciencia y filosofía griegas y árabes en Europa e hizo una importante aportación que supuso otro paso para no despreciar la educabilidad de los sordos diciendo que: “Aquellos hombres que son mudos de nacimiento, lo son porque también son sordos”.

El franciscano italiano San Buenaventura (1217-1274) escribió el libro Alphabetum religiosorum incipientium en el que nos muestra el alfabeto manual que se utilizaba en los conventos de su época.

Por su parte, Giovanni Batista Della Porta (1533 – 1610) le dio otro uso. Della Porta trabajó para el servicio de espionaje e ideó un sistema para emitir mensajes secretos. Una de las claves usadas por él se basaba en un alfabeto manual que consistía en señalarse las diferentes partes del cuerpo según la letra por la que comenzara, por ejemplo si se quería deletrear la palabra “Madrid”, para que solamente se enterase quien supiese el código, él se señalaba la mano (del latín manus) para indicar la “M”, después se apuntaba la oreja (del latín aurius), por la “a”, y así sucesivamente.

También en el siglo XVI, Girolamo Cardano (1501 – 1576) explica en su obra que las personas sordas pueden comunicarse asociando la palabra escrita con el objeto que representa y dice que la memoria visual de las personas sordas es la responsable de asociar el pensamiento con la escritura. También dice que el no oír no significa ser tonto: los ciegos no ven pero oyen y pueden aprender usando sus oídos, y los sordos pueden aprender usando su vista.

Mientras tanto, los amerindios de Norte América usaban un código gestual para hacerse entender entre etnias de lenguas muy diferentes y estuvo vigente hasta mucho después de la conquista europea.

La primera referencia histórica de la educación de personas sordas en el mundo se produce a mediados de siglo XVI cuando en el monasterio de San Salvador de Oño, el monje benedictino Pedro Ponce de León enseñó a hablar a los niños sordos que tenía a su cargo, hazaña por la que alcanzó gran celebridad y cuyo conocimiento se extendió por todo el mundo.

En el siglo XVII transcurriendo el año 1620 apareció un libro de Juan Pablo Bonet, “Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos”, donde se establecieron por primera vez las bases del oralismo. Su influencia pronto se hizo notar en toda Europa.

A finales del siglo XVIII se fundó el primer colegio de niños sordos en España, “El Real Colegio de Sordomudos”.

A comienzos del siglo XIX los fundadores del Real Colegio de Sordomudos acogieron en su seno a un hombre sordo, Roberto Pradez, lo que parecía abrir la puerta a que las personas sordas practicaran plenamente en la empresa educativa. Pero por desgracia tres décadas después los instructores sordos desaparecieron de las clases hasta prácticamente nuestros días, afectando muy negativamente en la educación de la comunidad sorda.

El año 1880 fue decisivo para la evolución de la enseñanza de las personas Sordas por las decisiones adoptadas en el II Congreso Internacional sobre la “Instrucción de los Sordomudos” celebrado en Milán. A dicho congreso acudieron maestros casi todos oyentes, el presidente era Giullo Tarra. Pidieron la eliminación de la Lengua de Signos de la enseñanza del Sordo y, en consecuencia, se propuso la enseñanza totalmente oral o método oralista.

En España, en el pasado siglo XX cabe destacar la figura de Juan Luis Marroquín , cuya personalidad arrolladora ha sido modelo a seguir durante décadas por las personas sordas. Su sordera no le impido en plena dictadura franquista conseguir logros importantes para esta. Notoria fue su audiencia con Franco, a raíz de la cual consiguió que se abrieran varios colegios para niños sordos en diversos puntos del territorio nacional.

Por fin con la llegada de la democracia a España las minorías tienen voz y causas legales para construir juntos esta sociedad en la que convivimos, tal y como ha quedado plasmado en la Ley 27/2007.

(Texto de la Federación de Asociacións de Persoas Xordas de Galicia).

Gallaudet University, el otro mundo

La Universidad Gallaudet es una universidad privada, aunque con el apoyo directo del congreso, para la educación de los sordos y con problemas de audición. Se encuentra en Washington D. C.​ Fundada en 1864, originalmente como escuela de gramática para niños sordos y ciegos, fue la primera escuela para la educación avanzada de sordos y personas con problemas de audición del mundo y sigue siendo la única institución de educación superior en la que todos los programas y servicios están diseñados específicamente para alojar a estudiantes sordos y con problemas de audición. Los estudiantes oyentes son admitidos en la escuela de posgrado y un pequeño número también son admitidos como estudiantes universitarios cada año. La universidad lleva el nombre de Thomas Hopkins Gallaudet, una figura notable en el avance de la educación de las Personas Sordas.

La Universidad Gallaudet es oficialmente bilingüe, con Lengua de signos americana (ASL) e inglés escrito utilizado para la instrucción y por la comunidad universitaria. Si bien no existen requisitos específicos de dominio de ASL para la admisión de estudiantes de pregrado, muchos programas de posgrado requieren diversos grados de conocimiento del idioma como requisito previo.

Cómo empezó todo. Thomas Hopkins Gallaudet conoce a Alice Cogswell y Laurent Clerc

Thomas Hopkins Gallaudet (1787-1851), a quien se le dio el nombre de la Universidad Gallaudet, nació en Filadelfia, Pensilvania. Su familia se estableció más tarde en Hartford, Connecticut, el hogar de sus abuelos maternos. Un estudiante brillante durante sus primeros años, Gallaudet ingresó a la Universidad de Yale a los 14 años y se graduó primero en su clase tres años después. Regresó a Yale como estudiante de posgrado en 1808 después de haber trabajado como aprendiz de derecho y de estudiar de forma independiente. Después de obtener una maestría en artes en 1810, Gallaudet trabajó como vendedor ambulante. Sin embargo, habiendo sido criado en una familia profundamente arraigada en el protestantismo, se sintió llamado al ministerio. En 1812 se matriculó en el Seminario Teológico de Andover, graduándose en 1814.

Gallaudet viaja a Europa

El objetivo de Gallaudet, servir como predicador itinerante, fue dejado de lado cuando conoció a Alice Cogswell, la hija sorda de 9 años de un vecino, el Dr. Mason Cogswell. Cogswell, un destacado médico de Hartford, estaba preocupado por la educación adecuada de su hija. Le pidió a Gallaudet que viajara a Europa para estudiar métodos para enseñar a los estudiantes sordos, especialmente los de la familia Braidwood en Inglaterra. Gallaudet encontró que los Braidwood no estaban dispuestos a compartir el conocimiento de su método de comunicación oral. Al mismo tiempo, no estaba satisfecho de que el método oral produjera resultados deseables. Mientras todavía estaba en Gran Bretaña, conoció al Abbe Sicard, director del Institut Royal des Sourds-Muets en París, y dos de sus profesores sordos, Laurent Clerc y Jean Massieu. Sicard invitó a Gallaudet a París para estudiar la escuela ' s método de enseñar a los estudiantes sordos utilizando la comunicación manual. Impresionado con el método manual, Gallaudet estudió metodología de enseñanza con Sicard, aprendiendo el lenguaje de señas de Massieu y Clerc, ambos graduados de la escuela con un alto nivel de educación.

Regresando a América

Habiendo persuadido a Clerc para que lo acompañara, Gallaudet navegó hacia América. Los dos hombres recorrieron Nueva Inglaterra y recaudaron con éxito fondos públicos y privados para fundar una escuela para estudiantes sordos en Hartford, que más tarde se conoció como la Escuela Americana para Sordos. La joven Alice fue una de los siete estudiantes de Estados Unidos.

Gallaudet se desempeñó como director de la escuela de 1817 a 1830. Renunció a su cargo el 6 de abril de 1830 para dedicar su tiempo a escribir libros para niños y al ministerio.

La Escuela Estadounidense para Sordos todavía educa a los estudiantes sordos en la actualidad. Es la primera escuela permanente para niños sordos establecida en los Estados Unidos.